Hace unos días, en la televisión, no sé muy bien en que programa decían algo así como que el 70% de las personas no estaban contentas en el trabajo, no hacían lo que les gustaba. Me sonó raro y lo formulé en voz alta con más personas con las que estaba en ese momento viendo la televisión. "Que triste trabajar en algo que no te gusta, vamos que no te guste en lo que trabajas." Me miraron como si fuera una extraterrestre: "Es lo normal, a casi nadie le gusta lo que hace." Que pena, pensé, pasar un mínimo de 40 horas semanales haciendo algo que no te gusta. Al fin y al cabo, con todo el tiempo que dedicamos al trabajo, hacer lo que me gusta me parece básico. Sin embargo, a la generalidad de las personas les parece casi un milagro.
Hoy, en cambio, he estado tomando una cerveza con un amigo. Decidió dejar la empresa en la que estaba y montar un negocio por su cuenta, un outlet de electrónica... Me estaba contando como había decidido dar el salto, lo que le había costado arrancar, las penurias que había pasado... y todo eso con una inmensa sonrisa en la cara. Estaba radiante. Me decía: "No entiendo a las personas que desde el domingo están sufriendo pensando que al día siguiente es lunes y que tienen que ir a trabajar." Y también: "Yo esto lo hago para dejarles algo a mis hijos." Me sonreí viéndole el entusiasmo con el que habla de su trabajo y lo mucho que le gusta... y justificando, de alguna forma, que le guste lo que hace.
Yo prefiero estar en el segundo grupo. Es verdad que un periodo de tiempo en mi vida, se me caían las lágrimas los domingos pensando que al día siguiente tenía que ir a trabajar. Fueron pocos meses. ¿Y tú que estás en la mayoría que llora los domingos antes de ir a trabajar o en aquellos que buscan hacer lo que les gusta?
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