En un curso de desarrollo de habilidades, me hablaron de la capacidad de autocrítica. Muy importante, para no tener la tentación de pensar que todo lo que hago lo hago bien.
Me gustó. El ejemplo fue paradigmático: la historia del Titanic. La hemos escuchado, visto, oído tantas veces que seguramente ya ni le prestamos atención. Yo, por lo menos, no me había quedado con ello.
La magnitud de la desgracia que ocurrió en el Titanic tuvo un origen, que si me paro a pensarlo me parece increible: la creencia de que el Titanic era un barco tan seguro, tan indestructible, tan ... que era imposible que se hundiera. ¿Porqué? Pues sencillamente, porque al "ser imposible" que se hundiera el barco, no se pusieron suficientes botes salvavidas. Pero no fue sólo eso, sino que además, se tardó mucho en abandonar el barco...
¿Y esto a que viene? A mi me sirvió mucho para analizar y comprender que no hay que esperar a hundirse o a estrellarse para hacer cambios en mi propia vida. Es necesario darse cuenta de las cosas que ocurren a nuestro alrededor y no pensar que mi situación es tan buena que no puede cambiar, que soy tan listo que siempre me va a ir bien, que estoy tan preparado que da igual lo que pase...
El otro día en una reunión, me llamó la atención escuchar comentar a distintas personas. Todo lo hacían tan bien que no había margen para la mejora. Es verdad que hay que trabajar la autoconfianza pero la sobreseguridad no te deja crecer, porque no hay nadie más sordo que el que no quiere oír, ni nadie más ciego que el que no quiere ver. Ojalá sea capaz de no volver a cerrar los ojos y volver a ser autocomplaciente porque en ese momento, habré dejado de desarrollarme. Ojalá seas capaz de ser autocrítico también. Los aprendizajes se pueden hacer de muchas maneras teniendo la menta abierta a las cosas nuevas, a lo que nos pasa, a las personas que nos rodean... ¿Abres los ojos?
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