Sin duda los libros de autoayuda, las conferencias, presentaciones tan habituales ahora, nos hablan de temas totalmente obvios. Tal vez, precisamente su obviedad me hace pensar más, analizar las conductas que tengo automatizadas y que hago sin pensar.
¿Como aprende un niño a andar? Que pregunta más tonta ¿no?
Cuando un niño empieza a andar, y para ello no tenemos más que observar a nuestro alrededor, todos los mensajes que recibe son positivos. "Venga, que ya estás casi", "Lo estás haciendo fenomenal", "¿Has visto que bien anda ya Juan?" y así muchos más. Seguro que si me paro a pensar veo en mi mente muchas situaciones en las que he escuchado/dicho eso.
¿Que cambia cuando nos hacemos adultos? Sin duda, los mensajes. Si se me cae un vaso, lo primero que pienso es que soy torpe... y probablemente los que me vén se "burlarán" llamándome torpe también. Muy incentivador sin duda. Ese tipo de mensajes que yo me/te mando y que, muchas veces, sin pensar, sin querer, tú te/me mandas abren mí/tí una sensación de no saber, de no poder, no de superación... sino todo lo contrario.
Es obvio que si cada vez que un niño se cae cuando empieza a andar o a montar en bicicleta te ríes y le dices lo torpe que es, no le mandas refuerzo positivo, deja de arriesgarse, de probar.
Tal vez si te planteas los mensajes que me mandas o que te mandas a tí mismo, te des cuenta de que la forma de hablar importa, de que no es una tontería y de que, a mí, por lo menos me limita... Tal vez, si me paro a pensar estas pequeñas obviedades, preste atención a las cosas que hago sin pensar y mi diálogo conmigo misma y contigo cambie. Tal vez.
Comentarios
Publicar un comentario